Imaginemos el barco de piratas más grande y colorido que alguna vez hayamos podido ver, ¿y quiénes componen la tripulación? ¡las experiencias de nuestros hijos! Hasta antes de ingresar a una estancia infantil o preescolar toda la diversidad que nuestros pequeños conocen es la que su imaginación fabrica. Y esta aumenta cuando su realidad se ve mezclada con la realidad de otras personas y su experiencia se expande con el contexto escolar (normas, responsabilidades, convivencia, juegos, etcétera). Y así como se desarrolla física e intelectualmente, ¡también el área emocional evoluciona!
Nuestros hijos suelen tener actitudes que pueden hacernos pensar que son caprichosos, y en efecto, si ciertas conductas no se controlan pueden caer en malas actitudes a largo plazo. Por ejemplo, ellos creen que al pedir algo se tiene que hacer en el mismo momento que expresó su deseo. Ser pacientes no es algo en lo que sean muy buenos, sobre todo cuando son hijos únicos y en casa contaban con toda la atención. En cambio, cuando sale a un entorno en el que hay que compartir la atención y esperar turnos puede verse familiarizado con la frustración, la cual terminará dominando dándole paso al respeto y a la tolerancia.
En muchas ocasiones no saben ponerle nombre a sus emociones, por que no consiguen expresar la razón de su enojo o tristeza; no es necesario que los niños comprendan sus propias emociones para que las experimenten. Pero la comprensión de los propios sentimientos (enojo, ira, tristeza, etcétera) y la comprensión de los sentimientos de los demás es esencial para poder establecer relaciones afectivas. Conforme adquieren experiencia descubren la conexión entre ciertos sucesos y las emociones que estos producen. Por lo que consiguen asociar esas emociones a otras situaciones, y así van determinando el estado anímico de las personas que los rodean.
La vergüenza es una de las principales emociones que surgen en la etapa preescolar. Y no hay que temerle a que conozca dicho sentimiento, pues puede ser un excelente regulador de conducta. Sólo no debemos permitir que se convierta en una emoción represiva de sus acciones y demás emociones, por ejemplo que reprima sus ganas de llorar por miedo a que lo juzguen.
Desde que nacen hasta los 5 años los niños van experimentando emociones sin poder identificarlas, es en la etapa del kínder que asocian y descubren que los demás no sienten lo mismo que ellos en las mismas circunstancias. Lo importante es que entiendan que no reaccionan igual que otros porque su contexto familiar y social es diferente.
La autoestima es vital para poder enfrentar los cambios emocionales que gradualmente experimentarán. Que tengan un buen autoconcepto será beneficioso para llegar rápidamente al autocontrol de las emociones. El controlar sus emociones es quizá el hito de todo su aprendizaje emocional antes de acceder al siguiente nivel escolar; es en el Kínder que adquiere la capacidad de inhibir, aumentar, direccionar y regular todas sus emociones, y con nuestra guía este proceso será más fácil.