El acoso escolar conglomera varias conductas violentas que se presentan en las instituciones escolares. Entre tantas definiciones que han surgido y diferentes puntos de vista acerca de qué es acoso, puede existir cierta confusión para poder determinar qué situaciones y acciones lo son y cuáles no. Podemos decir que para hablar de acoso se deben dar dos condicionantes:
El acoso existe desde que existen agrupaciones de niños, jóvenes y adultos; sin importar si es un centro educativo, de trabajo o de ocio. Lo que ha cambiado en los últimos años es el gran foco de atención que han recibido estos hechos, y las consecuentes acciones que la sociedad y los padres de familia han echado a andar para prevenir que estas situaciones se sigan dando. La sensibilidad social ha sido un gran parteaguas para evitar que más pequeños sigan siendo vulnerables ante las acciones negativas de sus compañeros.
Pero, ¡ojo! No toda actitud o conducta negativa se la podemos atribuir al acoso escolar. Es decir, dos niñas dejándose de hablar o dos niños golpeándose en el descanso no son focos de acoso. Son sencillamente conductas negativas propiciadas por diferencias mutuas, y si bien deben ser tomadas en consideración y vigiladas no podemos decir que sea un acto de acoso escolar. Es hasta cierto punto normal que los niños se hagan comentarios fríos y desconsiderados, esto debido a que es menos común que los pequeños en etapas tempranas tengan filtros acerca de lo que es políticamente correcto decir en su entorno.
¿Cómo me doy cuenta que mi hijo sufre acoso escolar? Esta es quizá la parte más complicada de esta dura situación. Las víctimas rara vez suelen recurrir a terceras personas para solicitar ayuda, y es el principal combustible para que el acoso vaya en aumento y sea permanente. Habitualmente el alumno que es acosado siente temor y vergüenza de decir lo que le está pasando; la inseguridad de sentirse vulnerable hace que sea más lejano que el pequeño tome fuerza para hablar o para defenderse. ¿Por qué? Porque se siente débil. Las principales señales que como padres podemos notar son las siguientes:
Lo principal cuando nos encontramos ante una situación en la que nuestro hijo sufre acoso escolar es escucharlo para que pueda platicar todo lo que le ha sucedido, evitando rotundamente preguntas como: "¿Por qué lo permitiste?", "¿Por qué no nos dijiste?", "¡Debiste pegarle de regreso!", porque lejos de infundir valor no haremos más que someterlo más al sentimiento de debilidad y desaprobación. Como te platicamos en nuestro artículo "¿Cómo previene el acoso escolar la escuela primaria donde está tu hijo?", fomentar la tolerancia y la comunicación son piezas fundamentales para lidiar con un caso de acoso. Trabajar de forma continua con los profesores para estar al tanto del rendimiento social y académico de nuestros hijos nos permite llevar un recuento de cómo va evolucionando, y de no progresar ir encontrando las posibles causas.
El platicar constantemente con nuestros niños y darles herramientas emocionales para poder pedir ayuda cuando los primeros signos de acoso se están dando, ¡es lo mejor para prevenir y detener! Y cuando ya están siendo víctimas, el poder hablar de lo que pasa y ponernos en el papel de auxiliadores y no como algo que tendrá que enfrentar solo será decisivo para que pueda abrirse más respecto a lo que ya le ha sucedido. Otras medidas que podemos tomar:
Por último, debemos recordar que el niño agresor tiene razones detrás de sus actos violentos y necesitamos apertura para poder manejar una situación de esta índole sin lastimar a la parte agresora y sin seguir permitiendo que sigan perpetrando episodios violentos a otros niños.